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Alguna vez escuché decir a más de uno que sería una contradicción ideológica ser joven y no ser revolucionario, al respecto, permítanme compartir un par de reflexiones sobre lo que, durante varios años, fue el grupo etario al que dediqué mi quehacer profesional.
Históricamente las y los jóvenes han sido un grupo relegado y cargado de connotaciones a modo para la política en nuestro país. Todos los que en algún momento hemos participado de la vida pública a través de los partidos políticos, tuvimos que recorrer las calles abanderando tal o cual proyecto, ondeando pancartas, pegando calcomanías, tocando las puertas de los barrios, abanderando iniciativas que no siempre nos representaban. Todo, para que, llegado el momento, bastara con una palmada, un guiño que sirviera como aliciente para seguir con la “camiseta bien puesta” cada 3 años.
Y con eso se conformaba uno, con la esperanza de que algún día la revolución nos hiciera justicia, nada más cobarde que alentar la ilusión de una persona sabiendo que ese momento, por lo menos para la mayoría, no llegaría. Concluyendo, hemos sido vistos como esquineros que sirven para animar a gritos el paso de los caballos de hacienda.
En años recientemente, diversos partidos políticos han aprobado cuotas de juventud en sus candidaturas, tratando de hacer un esfuerzo casi obligatorio por redimir lo mucho que las juventudes le han aportado a la construcción de nuestro país. Sin duda resulta en un ejercicio plausible, de manera fehaciente, hoy en día la existencia de tomadores de decisiones en los tres niveles de gobierno cada vez se hace más presente.
Al respecto, cabe preguntarnos si ello es suficiente, si perse ¿las cuotas de juventud garantizan un verdadero acceso de este sector a la vida pública de nuestro país?, o si, ¿solamente siguen sirviendo a intereses ajenos?, ¿si el mero hecho de ocupar un curul, una alcaldía o un cargo en la función pública no son más que una simulación de su inclusión? O peor aún, ¿si conscientes de su utilización, sirven como aplaudidores contrarios a su naturaleza ideológica?
Personalmente puedo atestiguar la desilusión que me generó ver perfiles jóvenes, talentosos y preparados, someterse al sistema de siempre, sin sentido de crítica, sin querer o poder contradecir la línea que se dicta desde la cúpula de las dirigencias nacionales de sus partidos, atrás quedaron sus épocas revolucionarias.
Por supuesto que son importantes los nichos conquistados, los espacios para las y los jóvenes siempre será bueno que estén garantizados, sin embargo, no basta para tener un verdadero acceso y ejercicio de sus derechos, mucho menos para que sus pares se sientan representados.
Alcemos la voz conscientemente, recorramos el territorio nacional escuchando las necesidades reales de las y los jóvenes, y llegado el momento, no olvidemos la responsabilidad que tenemos de ser verdaderamente el relevo generacional que tanto necesita México.
Un buen amigo y jefe, en su momento refería: los jóvenes se mueven por causas.
Abanderemos realmente este postulado y la grandeza de nuestro país estará garantizada.